A quienes nos gusta viajar, en algún momento de la vida nos picó este bichito, el inicio de una vida viajera. El bichito de estar terminando una aventura, y ya estar imaginando las tres siguientes. Las mariposas en el estómago, un “algo” que nos haría saltar, si no fuera medio raro hacerlo en un aeropuerto, al llegar a una ciudad nueva. Da igual el tipo de viaje, subir a un bus, un tren o un avión, siempre es sinónimo de una nueva aventura. Incluso si vamos a lugares que ya conocemos (o sea, mejor ni les explico en mi caso, ¡tengo una obsesión seria con una ciudad!) , simplemente sabemos que nos esperan cosas nuevas.
A mí me picó el bichito cuando estaba en el colegio, y nos fuimos de “gira de estudio”, así, entre comillas. En esos años (!!!!!) se estilaba viajar en bus al sur de Chile. Estando en un colegio de provincia, no había algo más excéntrico que pasar horas y horas en viaje en un bus hacia el lago Llanquihue. Pero en vez nosotros decidimos ir a Uruguay, Brasil y Paraguay, en avión (contra la voluntad de algunos padres, quienes querían mandarnos en bus. Los míos armaron un motín y bueno… en avión fuimos. Después la gente se sorprende que yo sea algo porfiada).
No voy a decir en qué aerolínea viajé, para evitar la monumental caída de carnet -chilenismo para decir que realmente fue hace muchísimo tiempo-, pero volar cuatro horas y llegar a una ciudad donde llovía, pero con calor, una ciudad llena de parques y edificios antiguos, fue la chispa. La chispa que encendió mi pasión por los viajes. Por eso siempre Montevideo tendrá un lugar en mi corazón. Una ciudad que me animó a descubrir el mundo. Ese fue mi inicio en esto.
Todavía no vuelvo, pero espero pronto cambiar eso. ¿Y ustedes, cuál fue la primera ciudad que visitaron?